Carta a mi hermano...


Sé que me dijo que si quería decirle algo se lo dijera de viva voz, pero esto me quedó sonando de hace bastante tiempo y también de la última conversación. Puede ser interesante. 

Usted pregunta qué haría yo sí al morir descubría que no había Vida Eterna siendo que había pasado la vida en espera y búsqueda de ese mundo más allá de la muerte. 

La respuesta es sencilla y se la dejo aquí para que la piense: yo no haría nada porque no habría nada que hacer (ni siquiera me daría cuenta), pero en el fondo tampoco me habría perdido de nada porque he vivido mi vida de la mejor manera que he podido, de cara a Dios, al bien, al amor, al dar y a todo lo que puede significar para mí prepararse para la muerte y la vida eterna y estaría por tanto listo (de acuerdo a mis posibilidades aunque, no lo dudo, con muchas fallas y faltas) tanto para esa posibilidad en la que he creído casi toda mi vida, como para la nada, si así fuera. De nada bueno de este mundo me he privado y por tanto no tendría nada que lamentar. He dado la espalda, sí, a las cosas que he considerado malas tratando de liberarme de ellas: egoísmo, mezquindad, maldad, hipocresía, pero eso, ¿quién lo va a lamentar?

Tal vez, entonces, la pregunta sería para usted, porque, si ha vivido solo para este mundo sin prepararse para la Vida Eterna, ¿no correría el riesgo de llegar a un mundo para el que no está listo? No habiéndose preparado y no habiendo tiempo ya para cambiar, ¿no correría el riesgo de perderse lo más valioso que puede haber, la eternidad? 

Mi idea no es armar controversia sino proponerle que piense sobre esto. En algún momento lo volvemos a comentar. 

Un abrazo.

Herza Barzatt


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