Hay Quienes se Pudren en Vida



Hace unos días escribía en Facebook sobre este tema relacionándolo con lo de esta pandemia del Covid-19. Los que se están pudriendo en vida. Claro, esta es una reflexión más sobre el sentido de la vida.
Si partimos de que el sentido de esta existencia no está en esta vida sino en el más allá, en ese más allá que parece esconderse detrás, si se quiere, de la muerte, pues eso cambia toda la reflexión sobre lo que hacemos en este mundo y el sentido que pueda tener nuestro acontecer aquí. Así, solo veo tres posibilidades que al final quizás se funden hasta volverse una:
1. Estamos vivos, o aún vivimos, si se quiere, porque todavía estamos aprendiendo el camino a la eternidad. Es decir, que no hayamos encontrado en qué dirección debemos dirigir nuestros pensamientos, deseos, esfuerzos, intenciones o cualquier otra cosa que podamos entender como camino.
2. Que nos hemos metido en tantos problemas que toma tiempo y esfuerzo, a veces un tiempo y un esfuerzo inmensos, salir de estos enredos mentales y emocionales y liberarnos de estos lastres para que podamos comenzar a ver la realidad, y en la realidad el camino que debemos recorrer para llegar a la eternidad. Es decir, lo que debemos hacer en esta vida para alcanzar la otra.
3. El tercer punto que quizás justifique permanecer aún en este mundo sería que podamos ser útiles de alguna forma, pero de alguna forma concreta, a alguien o a alguienes, sea por aliviar sufrimiento o por guiar hacia esa misma eternidad a quien se encuentre perdido, o porque podamos dar la mano a quien está metido en un embrollo que puede hacerle perder su destino.

De resto, vivir para medio disfrutar esta penumbra me parece más bien insensato y bien torpe, porque este mundo se va convirtiendo poco a poco un fruto seco y vacío que solo da frustración. Pero bueno, la ilusa mezquindad de quienes se pudren en vida los lleva a construir esa triste fantasía de pensar que seguir viviendo en la nada y para nada, es un disfrute que vale la pena, así implique renunciar a la totalidad y plenitud que se puede encontrar al desapegarse de este mundo y tantos más bien tristes y efímeros placeres, gozos y alegrías envenenados. Envenenados porque, si no se manejan teniendo como meta la eternidad, corrompen el alma, ciegan los ojos, y apegan de tal manera que, aunque el cuerpo se deshaga poco a poco, es ya casi imposible liberarse de ellos.
Así, es la misma persona quien determina su destino eterno.

Herza Barzatt

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