Aprender a escuchar



Escuchar, es todo un arte. Y como arte una destreza que requiere práctica, ejercicio. Es, sin duda, una habilidad que vale la pena aprender porque hacerlo tiene efectos profundos tanto en quien escucha como en quien es escuchado.

Escuchar es permitir que el otro se sumerja en su interior y exprese sus ideas, sentimientos, sensaciones y anhelos. Y mientras los expresa, quien escucha se atreve a abrirle espacio en su propia mente, corazón y sentimientos a lo que el otro está presentando. Es ponerse  en los zapatos del otro. Viajar hacia el interior del otro. Para lo cual se requiere no solo oír sino poner atención. Atención a las palabras, a los gestos, a la postura, a la mirada, a los actos y a los silencios. Porque todo expresa, todo comunica. Implica dejar resonar dentro de uno lo que el otro está expresando y explorar los pensamientos, sensaciones y sentimientos que ello evoca en mi. Es decir que escuchar abre una puerta hacia el encuentro profundo con el otro.


Es tan valioso este arte de escuchar  que ayuda a encontrar respuestas. Muchas veces quien habla aún no comprende del todo lo que le está pasando pero al tener que poner en palabras entendibles para el otro lo que lleva por dentro, hace buscar darle un orden a lo que se quiere expresar y ese proceso, en sí, lleva a establecer y comprender el tejido y las relaciones entre los propios sentimientos, pensamientos y sueños. Es allí donde las personas solemos encontrar las respuestas que buscamos. Es allí donde se logran encajar las piezas del rompecabezas.


No en vano es la escucha la base de cualquier psicoterapia y esencial en la herramienta más poderosas para la sanación del alma y la mente: la confesión, el sacramento de la reconciliación. Arquímedes decía: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. En esa misma línea, podríamos decir:  Escucha a una persona y transformarás su vida. Al escuchar validamos la importancia que tiene el otro, le expresamos nuestro respeto y nos abrimos a la muy posible riqueza de aprender del ese otro con quien estamos interactuando porque cada persona tiene mucho que enseñarnos.


Como si todo esto fuera poco, escuchar nos entrena de manera más amplia, más trascendente, para escuchar la voz del viento, la voz de la verdad, la voz de Dios. 


Ejercitémonos en escuchar, aprendamos a hacerlo. Con seguridad ganaremos mucho para nuestra propia vida y tendremos un impacto positivo en otros. 


Juliana Villegas L.

Psicóloga U.J.

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